lunes, 5 de octubre de 2009

COMENTARIOS FINALES SOBRE LA ALTA EDAD MEDIA BAJO LA FORMA DE UN ENSAYO, A RAÍZ DE LA PELÍCULA DE “EL NOMBRE DE LA ROSA”, BASADA EN EL LIBRO DEL MISM


INTRODUCCIÓN AL ARTE.
MAESTRA KOLDOVIKE IBARRA.
TAREA 4.- LECTURAS COMENTADAS.

COMENTARIOS FINALES SOBRE LA ALTA EDAD MEDIA BAJO LA FORMA DE UN ENSAYO, A RAÍZ DE LA PELÍCULA DE “EL NOMBRE DE LA ROSA”, BASADA EN EL LIBRO DEL MISMO NOMBRE, DE UMBERTO ECO.
Por José Luis Domínguez.

El nombre de la rosa, dirigida por Jean Jacques Amaud nos plantea, básicamente, un interesante fresco de la Alta Edad Media. De tal manera que se complementa perfectamente con el tratamiento conceptual e histórico que le da Arnold Hauser al mismo tema. Según la trama de la novela, en un convento benedictino están ocurriendo crímenes que aparentemente tienen conexión más con ignorancia, las creencias en las mitologías diabólicas que en el razonamiento. Llegan al convento, para intentar dilucidar el gran enigma, los franciscanos William de Baskerville y su aprendiz adolescente Adso. William de Baskerville es una mezcla rara de y monje asceta e investigador a la Sherlock Holmes, que, incluso se atreve claramente a parodiarlo en una frase:
-¡Elemental, mi querido Adso!
Y cuya alusión al famoso detective inglés, además del apellido, mismo que nos recuerda ese maravilloso relato titulado El sabueso de los Baskerville, resulta mucho más que evidente. Incluso utiliza un sistema deductivo, y es dialéctico, como Platón, puesto que cuando él hace una pregunta, seguramente ya tiene en su mente la respuesta. Su libro sobre la pobreza lo ha condenado antes los ojos del alto clero, a autoauxiliarse. Pero no es esto lo que le preocupa a William de Baskerville como veremos líneas más adelante.
Existe, aparte, pero ligado a la trama, un personaje que entra en escena, y que no deja de ser interesante por sus mismas características: George, el bibliotecario ciego, que según se rumora, Humberto Eco parodia de manera sarcástica al gran Jorge Luis Borges, quien también veía, como lo hace dicho personaje, la biblioteca como una mezcla de laberinto y paraíso. El oxímoron es evidente. El lugar de la sabiduría hecho no para conocer, sino para perderse. El laberinto del cual Adso y William escapan a una muerte segura, gracias a que el primero de ambos, utiliza la estratagema del hilo de Ariadna. Alusión que, obviamente nos liga a la tradición homérica y a los directos antecesores del arte del medioevo como lo fueron los griegos.
Dentro de la misma trama de la novela y/o filme, ante la muerte del negro que es el más avanzado en la lectura y traducción del griego y era el que estudiaba la Poética de Aristóteles cuando ocurre la tragedia, culpan al jorobado, representado por un enflaquecido Ron Pearlman, y que seguramente Humberto Eco extrajo de su admiración por Víctor Hugo y Los miserables.
-La diferencia entre el frenesí pecador y el éxtasis religioso es muy pequeña. Le dice William de Baskerville a su fiel aprendiz. Estableciendo, por enésima vez, al oxímoron como el modelo escritural que Humberto Eco sabe explotar muy bien. Ha sido un inquisidor y lleva sobre sí el peso de un hondo sentimiento de culpa. Él mismo ha padecido seguramente este frenesí pecador y al la vez el éxtasis religioso. Sabe que los extremos se tocan, que la serpiente se muerde la cola, que todo lo que es arriba es abajo, pero también que todo juez termina condenando a un inocente. Las personas humildes, simples, son las que pagan por todo. Recordemos que Arnold Hauser nos describe muy bien la postura rígida de la Iglesia y su concepto de lo que es la fe y cuáles son los límites de la cultura:
Del primado de la fe sobre la ciencia derivaba la Iglesia su derecho a establecer de manera autoritaria e inapelable las orientaciones y límites de la cultura. Sólo con esta “cultura autoritaria y coercitiva”, sólo bajo la presión de sanciones tales como las que podía imponer la Iglesia, dueña de todos los instrumentos de salvación, se pudo desarrollar y mantener una visión del mundo tan homogénea y cerrada como la de la Alta Edad Media. Éste es el verdadero cisma de la Santa Inquisición. Todo sistema que es juez, termina por hundirse en sus propios errores, en su propia carga que habrá de llevar a través de la historia. La Santa Inquisición representa la gravedad en dos o más contextos: gravedad porque es un sistema que condena y castiga la ligereza, la antiformalidad, la antisolemnidad; y gravedad porque sus juicios pecan, en su mayoría de ligereza. Surge entonces otro símbolo que va a condenar lo antisolemne: el bibliotecario ciego: George, una especie de Homero del medioevo que desea preservar el conocimiento, alejarlo del hombre. He aquí de nuevo la figura retórica del oxímoron: el hombre que representa el conocimiento, el bibliotecario, obstruye el paso hacia el conocimiento, representado por el libro, especialmente, por la Poética, de Aristóteles. Por lo tanto, y en una interpretación de nivel subconsciente, el conocimiento representa, significa, muerte. George, al que su sabiduría lo ha enceguecido, condena el símbolo contrario de lo que representa el gesto adusto, el gesto de solemnidad, de seriedad: un hombre que ríe. Nada más grotesco puede existir para el bibliotecario ciego, que un hombre que está siendo invadido por el amable furor de la risa. El rostro cobra entonces la visión grotesca de una máscara, de una farsa en donde el rostro ha perdido toda serenidad, toda compostura y por eso, no podrá ser reconocido por lo divino. Por eso el negro que traduce a Aristóteles tiene que morir. Por eso todos los que buscan traducir a Aristóteles tienen que morir. La poética de Aristóteles exalta la comedia por sobre la tragedia. La comedia, exclama George en el punto culminante de la novela o filme, ridiculiza al hombre. La risa mata la civilización, que está hecha de orden y disciplina. La risa es roturar el orden. La vieja escuela del deber. Donde no hay orden, ni consciencia del deber, las civilizaciones se derrumban. Por otro lado, la risa mata el temor y el hombre que no teme, deja de creer. La alegría fomenta la ligereza, y la ligereza aniquila la fe. Y cuando los dioses han huido de los hombres, comienza el derrumbe de toda civilización. La lucha del ciego es titánica, se ha erigido en el guardián de la civilización, pero su tarea es imposible. La risa es como un mal que se propaga. Y él está ciego. Y un ciego no puede ser el guía porque un ciego nos conduce a ninguna parte. Y en esto recae lo absurdo y lo trágico de la trama de la novela de Humberto Eco. Lo que ignora George, el bibliotecario, es que si la risa aniquila la fe, el absurdo pone en el rostro del hombre el rictus de lo dramático. La tragedia también pone en el rostro del hombre una máscara, de tal modo que reír y llorar son, igualmente, dos maneras distintas de ponerse una máscara. Si la comedia exalta a la ligereza, la tragedia exalta a la pesadez; la comedia conduce a la suavidad, al relajamiento de lo que es concreto; la tragedia conduce a la máxima expresión de la dureza. Un hombre recio, curtido por las experiencias de la vida es fácilmente identificado como un hombre rudo, duro. ¿Qué formas pueden existir por largo tiempo después de que se han estratificado? Ninguna. Esa es la verdadera hecatombe de la civilización. Esa es la verdadera enseñanza de la novela de Humberto Eco, en la cual se ha basado el filme. Sin embargo, hay una esperanza. Esta esperanza se llama dialéctica. Para la imagen de un hombre ciego, George, que quiere arrebatar, a toda costa, al hombre, la fuente del conocimiento, conduciéndolo a la muerte; surge, de entre las llamas, su antítesis, su paradoja, la figura de un hombre, William de Baskerville, con la Poética de Aristóteles, evitando así que la humanidad se endurezca. Además del conocimiento, William de Baskerville rescata el humanismo y nos conduce a una vida con mucha mayor luminosidad. Porque si hay algo que la risa aporta a la existencia es luz. La luz de los que, como Adso, no quieren ser ciegos, de los que no quieren vivir, como George, en la más completa oscuridad.

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